La Feria está viva...
Mentiría si os dijese que no soy uno de esos fanáticos de la feria, porque si que lo soy. Soy de los que se le salta una lagrimica al leer la presentación que el alcalde de turno hace en el programa de Feria, hablando de lo que es la feria para Albacete, de albaceteños, de hospitalidad, de tradición, de futuro… Soy de los que mataría por tener vacaciones en feria para pasarme diez días con un sombrero de paja, una sonrisa en la cara y un mojito en la mano. Soy de los de la Feria de día y de los de la Feria de noche, de los de miguelito y café caballo blanco, de los que disfrutan recibiendo invitados con tal de ver la feria a través de sus ojos como si fuese la primera vez y disfrutar con su alegría (esa sonrisa, Tamara!), de los que incluso un día se asoman con vergüenza de ateo a ver a la virgen de los Llanos. Y además se que solo soy uno más, que todo albaceteño lleva un fanático de la feria dentro.


Y es que, sin exagerar lo más mínimo, la Feria es el alma de Albacete. Fue su motor de crecimiento en siglos anteriores, el triunfo de una ciudad comercial en medio de una llanura. Albacete le debe a la feria su ser. Y eso se queda grabado en nuestras cabecitas cuando crecemos. Me refiero a esa sensación que roza la consciencia cuando, cualquier día del año pasamos al lado de los redondeles, un gigantesco edificio vacío, casi un túmulo. Es esa sensación que nos hace retirar la vista, como queriendo aparentar indiferencia, impedimos que la sonrisa que íbamos a esbozar llegue a los labios. Esa sensación como de “aun no, aun no”. Porque sabemos que en ese túmulo no descansa un muerto, ¡descansa la FIESTA!. ¿Qué ataúd es capaz de soportar a esa bestia dentro? ¿De cuantos círculos de piedra hemos de rodearla para no estar todo el año celebrando el fin del verano? Necesitamos una puerta de hierros, necesitamos puertas de madera gigantes, una explanada vacía alrededor por si explotara inesperadamente!. Y cuando toca… cuando septiembre se planta en el calendario todos cogen fuerzas, como el que observa el agua antes de saltar de cabeza, y se unen a la celebración de la vida con el mejor humor del mundo. La Feria está viva. Diez días de vorágine y buenrollismo, que dejan a todo el mundo como al naufrago que aparece en la playa tras una tempestad… Y en ese momento a los más valientes aun nos queda el Rockossa…, pero eso es otra historia.

3 Comentarios:
Ole ese Dylan feriante. Me alegro mucho de que te hayas decidido a volver a publicar en tu blog. A ver si cunde la constancia. Hasta que el hígado aguante!!
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Jánitor, a 1:00 p. m.
amos nene! vuelve dilancio. a ver si es verdad...
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Unknown, a 11:48 a. m.
Una crónica sentida y bien escrita, en mi muy humilde opinión.
No dejes que la pereza te lleve a otros dos años de silencio.
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Judas, a 1:55 p. m.
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